Hoy vamos a tratar a groso modo un tema que nuestro Señor ha puesto en mi corazón. Iniciaremos nuestra exposición con una cita bíblica corta y poderosa. “2 Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; Pero Jehová pesa los corazones.” (Proverbios 21:2) Evaluar nuestro propio comportamiento con integridad e imparcialidad no es tarea fácil. Podemos tratar de justificar nuestras opiniones, nuestras ideas y nuestras faltas, sin embargo, Dios ve nuestro corazón, nuestra motivación y nuestra intención verdadera.
A Dios no le interesa nuestro abolengo, nuestra fama o reputación. Para Él no es importante nuestra estrata social o nuestro apellido. Tampoco le importa si somos delgados o esbeltos, altos o bajos, ricos o pobres, atractivos o no. “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16:7) Dios escudriña nuestro ser interior. Al Señor no le importan las apariencias, ni lo pasajero. Así lo reitera el libro de Jeremías. “Oh Jehová de los ejércitos, que pruebas a los justos, que ves los pensamientos y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque a ti he encomendado mi causa.“ (Jeremías 20:12)
También nos explica este libro lo siguiente: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? 10 Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” (Jeremías 17: 9-10) Cuando aquí se menciona el corazón se refiere a la mente, la consciencia y a los sentimientos. O sea, a la esencia de la persona. Sobre eso seremos juzgados por el Señor. Está claramente definido que seremos recompensados o castigados en consecuencia a lo que somos interiormente lo cual se refleja en nuestra conducta.
Como hemos visto, La Palabra nos presenta a la vez una advertencia y una promesa: “23 Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.” (Apocalipsis 2:23) Dios conoce tu actitud y tu espíritu, tus intereses, intenciones y motivaciones. Te compensará en base a ellas. Lo que siembras, cosecharás.
La advertencia aparece a través de todas las Escrituras. “23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23) O sea, de tu corazón, de tu yo interior surge tu alma, la parte nuestra que es eterna. Debemos ser proactivos y diligentes en cuidar nuestra alma. Esto significa alejarnos del pecado y nutrirnos de la Palabra de Dios. Para ello debemos perseverar en nuestra búsqueda del Señor. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;” (Hebreos 3:12)
“3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” (1 Pedro 3:3-4) Que tu única belleza no sea externa con vestiduras y adornos extravagantes. Lo superfluo es irrelevante, pura vanidad. Tu verdadera belleza debe surgir de tu interior, de tu corazón, de tu calidad de persona .Cultivar nuestra vida espiritual es más que un deber, una necesidad.
Debemos crecer en humildad, fe, amor, perdón, oración, conocimiento bíblico, adoración. Llenemos así nuestros corazones para que cuando el Señor los escudriñe se deleite y cuando los pese incline la balanza hacia la santidad.
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