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Writer's pictureMinistra Arlene I. Salcedo

Entendiendo el reino de Dios

Hablar del reino de Dios es muy normal para nosotros los cristianos. En la oración que Jesucristo nos enseñó le pedimos al Padre celestial que venga a nosotros su reino. ¿Qué exactamente estamos pidiendo?  Conocer el significado bíblico del reino requiere esfuerzo  y estudio. Hoy describiremos  y analizaremos brevemente lo que dice la Biblia al respecto.

Así como Jesús nos enseñó a pedirle al Padre que nos haga partícipes de su reino, también nos dejó saber que el reino está a nuestro alcance.  “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.” (Lucas 12:32)

Entonces, ¿qué es el reino? También las Escrituras nos definen claramente de qué se trata . Veamos: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder.”  ( 1 Corintios 4:20) Esto significa que al ser redimidos y salvos por Cristo, Él habita en nuestros corazones y nos empodera porque La Palabra es viva, real y poderosa y se manifiesta a través de la fe. Al aceptar a Cristo y transformar nuestras vidas,  nos convertimos en santos (no en perfectos) y nos movemos a trabajar por la causas del Cristianismo. “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3:3) Nacer de nuevo se refiere a un renacimiento espiritual como nueva criatura, teniendo una naturaleza nueva en nuestro ser.  Primero nacimos de pecado, ahora nacemos de la redención.  “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  (Juan 3:5)  “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.” (Romanos 14:17)

El reino está a nuestro alcance, pero requiere de nosotros un comportamiento específico demostrado,  el cual también es delineado en las Escrituras. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”  (Mateo 7:21) No hay entrada al cielo sin someterse a la voluntad de Dios Padre. Se refiere a vivir en santidad y obediencia, renunciar al pecado y vivir en amor.  “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,  idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,  envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21 ) Tenemos que aprender a respetar el cuerpo, templo del Espíritu Santo.  Se nos exhorta a ser como niños (inocentes, genuinos, honestos) “pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”  (Mateo 19:14) “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” ( 1 Corintios 6:9-10) Para entrar al reino debemos vivir con rectitud, en plena obediencia y santidad. Debemos darle prioridad a lo espiritual. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33)

 

Alcanzar el reino será un estado permanente, pues recibiremos la corona que nos fue prometida y la vida eterna en presencia del Señor. “Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre; Tu trono de generación en generación. “ (Lamentaciones 5:19)



 

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