Y le miré los ojos al fracaso…
Y vi su irónica sonrisa
dirigirse a mí.
Y la mañana se volvió un ocaso
del cual no vislumbraba el fin.
Y un aura de tímida tristeza
recorrió palmo a palmo mi piel,
Y el alma se me bañó en una lágrima
donde se deshizo mi ser.
Entonces bajé la vista,
y mi frente incliné.
¡He fracasado en la vida!
¡He deshonrado el nacer!
Fue entonces cuando cayó la lluvia,
fue entonces cuando empezó a llover.
Y las gotas que cayeron lavaron mi angustia,
pero no pude comprender…
Porque la lluvia era bendita,
porque fue lluvia de amor,
y fueron gotas de sangre vertidas
¡de Jesucristo el Señor!
Amén