Aunque a veces no podamos comprenderlo, Dios tiene el control sobre todas las cosas. “Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mateo 10:30 RVR60) “[…] pues fuimos predestinados según el plan de aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad,” (Efesios 1:11 NVI)
El COVID-19 llegó y trastocó cada aspecto de nuestra rutina, nos quitó la comodidad, nos coartó la libertad de movimiento y de expresión. De la misma manera nos permitió ver que desconocíamos a quienes creíamos conocer. Los cristianos nos preguntamos qué lecciones tiene Jesús para nosotros en estos tiempos difíciles en que el Coronavirus nos cambió la vida.
No hay duda que esta pandemia trae multiplicidad de lecciones para nuestras vidas. Sin embargo, pienso que existen dos lecciones principales para la vida cristiana. La primera lección que tenemos que derivar de esta pandemia es: vivamos en el amor de Dios. “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 22:36-39 RVR60)
La palabra que se usa en este pasaje, así como en Marcos 12, es “plesíon” cuyo significado es “el que está ahí”. O sea, es un término que no tiene acepción de persona, que se aplica al que está inmediatamente a tu lado, o sea a todos.
Ahora, veamos: ¿qué es el amor? La palabra amor es usada cotidianamente en contextos que a veces resultan absurdos, inoperantes. La gente dice que ama un restaurante o una comida, o una pieza de ropa, pero en realidad no es así. El amor es otra cosa. El amor es una actitud, una elección de hacer el bien, proteger, cuidar a alguien. Para definir qué es o no es amor veamos este tan conocido Capítulo 13 de 1 Corintios (énfasis añadido):
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”
No me canso de leer este capítulo, no me canso de reflexionar en él. La profundidad de su mensaje contrasta con lo escueto de su contenido. Traslademos su impacto a la situación de la pandemia:
· El amor es sufrido – El amor implica tener empatía y sufrir con los demás. ¿Se imagina el miedo que deben sentir los que tienen condiciones de salud que los colocan en alto riesgo de muerte por el virus? Entonces usted se interesa de que los demás no se contagien de COVID-19, cumple con su parte y se sacrifica.
· es benigno – O sea no hace daño. Entonces usted asume responsabilidad para no transmitir el virus, se coloca su mascarilla, sigue las recomendaciones de salubridad pública, se mantiene acuartelado en lo posible y evita exponer a otros a contagio.
· no hace nada indebido – O sea no incumple con las prácticas óptimas, ni obstaculiza la labor de protección de otros.
· no busca lo suyo – O sea, no actúa egoístamente, comparte sus recursos con los que necesitan, actúa en pro del bienestar común. Es momento de ser desprendido, empático.
· no se goza de la injusticia – Usted no protesta para que el gobierno elimine el uso de mascarilla o porque limite las actividades comunes; usted se sujeta a la norma que más beneficie a la salud colectiva.
· mas se goza de la verdad – Usted se mantiene informado con las fuentes fidedignas y neutrales y no comparte información falsa que impide que la gente tome decisiones acertadas e informadas sobre lo relacionado a la pandemia. Haga la interpretación estadística restrictivamente, no liberalmente, o sea, a favor de evitar riesgo.
· Todo lo sufre – Usted empieza a pensar en los demás, en el bienestar común y asume la responsabilidad que eso conlleva, sufre el proceso, pero lo sufre con propósito. No es momento de buscar comodidad, facilidad.
Si amas al prójimo como a ti mismo, entonces le cuidas, le proteges. Esa es la lección de la pandemia, amar al que está a tu lado como a ti mismo: cuidarle y protegerle. Siga las recomendaciones de las autoridades pertinentes. “Sométanse por causa del Señor a toda autoridad humana, ya sea al rey como suprema autoridad, o a los gobernadores que él envía para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos.” (1 Pedro 2: 13-15 NVI)
Creo que la segunda lección es : vengo pronto, ¿estás preparado? La pandemia nos hizo confrontar crudamente la fragilidad de la vida. De repente vimos miles de personas muriendo cada día a través de todo el mundo. Vimos de cerca pérdidas inesperadas, repentinas, a destiempo según los convencionalismos sociales.
Para los cristianos no debe existir miedo a la muerte física pues tenemos la certeza de la redención que nos llevará al reino celestial. Para nosotros el morir es ganancia (Filipenses 1:21). Sin embargo, debemos estar preparados para ello. “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.” (Mateo 24:44 RVR60).
Consistentemente la Biblia nos exhorta a estar preparados: vea la parábola de las diez vírgenes y la de los talentos (Mateo 25) en las cuales hay un mensaje diáfano a estar listos para el momento de la llegada de Cristo. Se nos amonesta a vivir correctamente porque Cristo vendrá como ladrón en la noche (Mateo 24).
Jesús viene pronto, vemos las señales. Jesús viene y nos está dando una lección y una oportunidad. Esto es una llamada a despertar del pecado y volver nuestros rostros a Jesús. Tenemos que imitar a Cristo, quien en amor y sacrificio entregó su vida por nosotros. Ese desprendimiento del yo por amor a otros es lo que tenemos que emular durante esta pandemia. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20 RVR60)
Esta pandemia no es casualidad, es un evento trazado en los perfectos planes de Dios. El que tenga oídos que oiga. Se va separando la paja del grano. Veamos las reacciones de la gente, veamos si los líderes eclesiásticos responden a la situación guardando la Palabra de Dios. Empecemos a identificar los falsos profetas. “Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.” (2 Pedro 2:21 RVR60) En nuestra preparación tenemos que ser sabios. “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” (Mateo 7:15 RVR60) “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20 RVR60).
Usted, lector, ¿está preparado viviendo en el amor de Dios?
Amén