“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.” (Mateo 7:6 RVR60)
Desde niña escuchaba a la gente utilizar coloquialmente la frase “echar perlas a los cerdos”. Sabía que el origen de la frase es bíblico, pero no entendía bien a qué se refería. En mi etapa adulta escuché varias interpretaciones del versículo y hoy quiero traerles brevemente el mensaje del Señor aclarando qué espera de nosotros y por qué no debemos echar perlas delante de los cerdos.
La palabra “cerdos” se refiere no a los incrédulos o inconversos, sino a los enemigos del Evangelio. El pasaje nos exhorta a ejercer discernimiento. Es una invitación a no invertir tiempo ni argumento en controversias inútiles con los enemigos de la Palabra. Esto nos distrae del deber primario de evangelizar. Se trata de utilizar adecuadamente los recursos de tiempo y oportunidad, no para contender con los ya definidos enemigos del Evangelio. A ésos no los vamos a convencer. Dichos recursos deben ir dirigidos a ganar almas para el Reino de Dios.
“El que corrige al escarnecedor, se acarrea afrenta;
El que reprende al impío, se atrae mancha.
8 No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca;
Corrige al sabio, y te amará.” (Proverbios 9: 7-8 RVR60)
Nuestra posición no hay que discutirla, hay que demostrarla cumpliendo con la gran comisión universal de evangelización. Alimentar con argumentos bíblicos una discusión con un enemigo de la Palabra es inútil, no vale la pena, pues éste va a malinterpretar lo que digamos, y utilizarlo para causar confusión en los que estamos tratando de educar. El enemigo de la Palabra no tiene capacidad espiritual para discernir lo que le digamos ni tiene intención moral de entender, por eso es como dice la Biblia, echar perlas a los cerdos.
Tal y como el cerdo no puede apreciar el valor de una perla, tampoco el enemigo de la Palabra puede apreciar un versículo o argumento bíblico.
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