“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mateo 16:24 RVR60)
Desde muy joven este versículo me ha resultado muy interesante y he meditado mucho en él a través de los años. Hoy que he llegado a otro nivel de madurez espiritual puedo comprender mucho más lo que Jesús quiso decir. El preámbulo para este versículo es el anuncio de su muerte por parte de Jesús. Es en ese momento entonces cuando Pedro le dice que no quiere que estas cosas le pasen y que Jesús le dice “!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” Es ahí donde engrana el versículo que vamos a estudiar hoy “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”. Inmediatamente después que Jesús dice Mateo nos indica en el versículo 25: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Esto que subsigue al versículo que hoy nos ocupa nos deja ver la profundidad de lo que Jesús está planteando. Negarse a sí mismo implica que no podemos pensar primeramente en nuestras necesidades humanas, en nuestras necesidades de la carne, en nuestras necesidades de placer, en nuestras necesidades incluso emocionales, si no que tenemos prioritariamente que tomar nuestra cruz y seguirlo. Se nos establece por qué: el que sea egoísta y piense en sí mismo primero, o sea que quiera salvar su vida, ése la pierde, pero el que la pierda por la causa de Jesús es quien la hallará o sea la ganará. La crudez Jesús fue la carga de nuestros pecados, los pecados de la humanidad; ese madero no sólo pesaba por lo que era en términos físicos, sino por las implicaciones espirituales. ¡Ese madero estaba cargado de pecado!, por eso es que Jesús era el único que podía cargarlo.
Todos nosotros tenemos nuestra cruz: la cruz de unos es en una enfermedad, la cruz de otro es el alcoholismo, o un familiar alcohólico, un familiar dependiente de sustancias. Las cruces que llevamos todos son aquellas vicisitudes que pasamos diariamente y las cuales tenemos que sobrellevar en amor, en perdón, en tolerancia (Colosenses 3:13-14) como nos dice la Palabra. Perseverar en una vida que emule a Jesucristo mientras a la vez lidiamos con situaciones que nos son difíciles, pesadas y de sufrimiento, sin claudicar los valores cristianos que nos han sido inculcados en las Escrituras eso es llevar nuestra cruz.
Resulta inevitable para mí intercalar aquí unos versículos cuyo mensaje para mí es muy personal; 2 Corintios 12: 7 al 10: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” (2 Corintios 12: 7-10 RVR60)
Para mí es personal porque yo le he preguntado a Dios que porque Él me había dado ciertas cargas tan fuertes, ciertas cargas que incluían situaciones emocionales y sobre todo situaciones de enfermedad, pérdida de mis matrimonios, por ejemplo, y el Señor, que es tan grande y maravilloso me dijo: “Tú querías parecerte a mí y yo siento lo que todo el mundo siente.” Entonces, cuando leo estos versículos recuerdo esa conversación que Dios y yo tuvimos y entiendo el porqué de todas las enfermedades que yo tengo, las cuales son incurables y difíciles de sobrellevar, pero que son la cruz que el Señor tenía para mí en su plan perfecto. Dios me dio esa cruz, ese aguijón en la carne para que yo pudiera, a través de eso encontrar cómo empatizar con otras situaciones de personas que están iguales o peores que yo. Dios me llevó a utilizar positivamente estas situaciones que son mi aguijón en la carne, la cruz que me toca a mí. Dios me permitió que yo usara en amor, mi cruz, que las adversidades las convirtiera en una puerta para hacer el bien por amor a Él. ¡Su gracia me basta! Así estas debilidades me hacen fuerte, me representan una capacidad que me ha dado el Señor, no he sido yo, para poder identificarme con lo que otras personas pasan y ayudarlos en la travesía de sus propias cruces. Me ha aumentado mi fe, y me ha enseñado a depender solamente de Él, merecedor de toda gloria, mi proveedor, mi roca, mi refugio. Todos tenemos cruces; en distintas etapas de la vida las cruces varían, pero en cada etapa tenemos que pasar el proceso de cargar esta cruz. Ya hemos sido instruidos a través de toda la Biblia sobre cómo actuar. Pidamos discernimiento al Espíritu Santo, fortaleza al Señor y hagamos oración y ayuno. Especialmente, obremos en amor que es lo que constantemente la Biblia nos recuerda. “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.” (1 Pedro 4:8 RVR60).
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