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Writer's pictureMinistra Arlene I. Salcedo

Templo para Dios

“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28 RVR60)

La Palabra nos exhorta a valorar y proteger nuestro ser de los ataques del maligno. Nos enseña que estamos compuestos de dos partes: cuerpo y alma. Nos indica que somos custodios de ambos y que somos responsables de mantener ambos limpios de la contaminación del pecado. “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 Corintios 7:1 RVR60)


La seriedad y profundidad de este tema nos educa a ejercer control sobre el cuerpo para no ser preso de pasiones y tentaciones de la carne. “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mateo 5:29 RVR60)

La Palabra nos reitera que somos templo del Espíritu Santo el cual mora en nosotros. Tal hecho demanda de nosotros el más alto sentido de respeto y de responsabilidad sobre nuestro comportamiento. Debemos asumir una conducta digna y decorosa, no abusar del cuerpo ni desmoralizarlo. ¡Nuestro cuerpo es un templo! Eso amerita la más absoluta solemnidad. “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1 Corintios 3:16-17 RVR60) Hemos sido llamados a santidad, nuestro cuerpo es un templo santo y pertenece al Señor. Jesús pagó el precio de nuestra salvación con su propio cuerpo y sangre en la cruz para que nosotros pudiéramos ser salvos y pudiéramos recibir al Espíritu Santo. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Corintios 6:19-20 RVR1960)

Así como cuidas de tu casa y tu carro, así y aún más debes cuidar de tu cuerpo y de tu alma. Lleva una vida sana, ejercita tu cuerpo y tu espíritu, lleva una vida rica en oración, ayuno y lectura bíblica. No te expongas a pornografía, no consumas drogas ilícitas, no abuses de tu cuerpo. Entrégate a la voluntad del Señor porque en cuerpo y alma, le pertenecemos.




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