A través de toda las Escrituras vemos a Dios tratando de acercarse a nosotros. Él quiere tener una relación personal con cada ser humano. Es nuestra decisión si lo aceptamos o no.
No podemos tratar a Dios como un objeto inanimado que tomamos y dejamos a nuestro antojo. Debemos honrarle, tenerle el respeto que se merece y sensibilizarnos a lo que nos pide, escucharle con detenimiento. Prestemos verdadera atención a sus mensajes.
¡Dios se comunica de tantas formas! No es sólo en oración o leyendo la Biblia que nos transmite mensajes. He recibido mensajes de Dios a través de la naturaleza, a través de otras personas y hasta he escuchado su voz.
Si tan sólo estuviésemos dispuestos, prestos, recibiríamos tanto más del alimento espiritual que tiene para nosotros. Abramos nuestros ojos espirituales para mirar más allá de lo material, de lo temporal. Abramos los sentidos y el corazón. Estemos dispuestos a ver, recibir y participar de lo sobrenatural. No somos un cuerpo con espíritu, somos un espíritu en un cuerpo.
Este pasaje (Mateo 13:15) nos muestra que Dios quiere bendecirnos. A veces nuestras actitudes impiden que recibamos la bendición que el Señor tiene para nosotros. Tenemos que ser humildes y mansos para aceptar a Dios y obedecerle. En humildad y mansedumbre mental, emocional y espiritual, captaríamos sus señales, entenderíamos su mensaje, le permitiríamos sanarnos, que no es otra cosa que bendecirnos, cubrir nuestras necesidades.
También Apocalipsis 3:13 nos hace incapié en cuanto "al que tenga oídos que oiga". ¡Dios tiene tanto que decirnos! Ese mismo capítulo nos dice que Jesús toca a nuestra puerta. Entonces, ¿hacia dónde enfocarás tu atención?
Es tiempo de expandir la experiencia espiritual. Vivamos lo sobrenatural. ¡Abracemos al Señor!
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